UN ANALISIS SOBRE LA OBRA DE SILVIA MARCOS

La página web de Abya-Yala quiere ser un lugar para el debate y la reflexión. Abrimos nuestro espacio a artículos, presentaciones de libros y comentarios diversos sobre las obras publicadas bajo nuestro sello editorial.  Sylvia Marcos , autora del libro Tomado de los labios: género y eros en Mesoamérica, nos comparte esta presentación de su obra, escrita por María Elena Bernal-García, Ph.D. Les invitamos a leerla y a comentarla. 

La obra de la fructífera trayectoria académica de la Dra. Sylvia Marcos, titulada Tomado de los labios: género y eros en Mesoamérica, fue publicada este año por La editorial Abya Yala traducida del publicado en ingles en Brill Academic Publishers, 1996, imprenta de prestigio internacional con sede en los Países Bajos y ahora también en Boston. Sobre el particular, debo señalar que Sylvia, como muchos de ustedes saben, radica desde 1973 en Cuernavaca, experiencia que la conectó con el pensamiento progresista gestado en esta ciudad, el cual influyó en su condición de pionera en México de los estudios sobre las relaciones de género en Mesoamérica, así como su persistencia y papel definitorio en la sociedad de este nuestro México de hoy.

Me gustaría empezar esta presentación refiriéndome al trabajo de Esther Pasztory, con el fin de informar al público que existen observaciones previas al tema que hoy se expone; es decir, a la interdependencia entre sexualidad y religión en las culturas mesoamericanas. En el año de 1983 (p. 57), en su famoso libro Arte Azteca, esta historiadora de arte y antropóloga propuso que los habitantes del centro de México usaron dos metáforas para explicar los procesos de transformación del mundo físico y el mundo sobrenatural, la sexualidad y la muerte. En esa ocasión Pasztory también planteó que esta relación metafórica pudiera reconstruirse a través de los himnos y rituales legados a nosotros por las crónicas del siglo XVI; precisamente el tipo de trabajo que ahora Sylvia nos entrega al aplicar el análisis hermenéutico a estos textos, conectándolos de manera sumamente creativa a la tradición oral de las curanderas de hoy día. No obstante, como Marcos claramente observa y veremos más adelante, el estudio de la relación entre sexualidad y creencias religiosas debe empezar por extraer de las fuentes etnohistóricas el pensamiento original de los informantes nahuas, ya que en su traducción al español estos escritos fueron contaminados por ideas enraizadas en la tradición europea. Es decir, los textos fueron manipulados con el fin de encubrir algunas de sus acepciones autóctonas, entre las que se encontraba la participación de las mujeres en actividades consideradas moral o socialmente cuestionables por la cultura colonizadora.

Una manera de evitar la transmisión de aquellas ideas juzgadas ofensivas por los frailes del siglo XVI, fue la de alterar el significado de algunas palabras o simplemente olvidarse de traducirlas. Tal omisión provee a Sylvia el enfoque que permite devolvernos parte del largamente ignorado mundo de las mujeres mesoamericanas. Después de todo, y aunque mucho se haya hecho desde los albores de la conquista por borrar su presencia, ellas han constituido al menos la mitad de la fuerza creadora, física e intelectual, aplicada en la construcción, desempeño y desenvolvimiento de este mundo nuestro.

Así, de las palabras surgidas de los labios de mujeres antiguas y contemporáneas, la Dra. Marcos extrae metáforas claves de las ideas que sobre el género conformaron el sistema cognitivo de las culturas mesoamericanas. Acerca del sentimiento erótico escuchamos a la mujer expresando su atracción y deleite con el cuerpo y el miembro viril cuando asocia a éste último con elotes tiernos y frescos, metáfora favorita de Sylvia como ella así lo expresa en su libro.

En otro pasaje, ahora de la Historia Tolteca-Chichimeca que, aunque Marcos no incluye en su libro estimo necesario mencionar, porque debo añadir, entre paréntesis, que la provocación a la conexión es lo que una buena investigación hace por otra, escuchamos al último rey de Tula, Huémac, en su desesperada búsqueda por encontrar una mujer [y cito] “que no sea corrida y con caderas de cuatro palmos de ancho”. Cuatro palmos vendrían a ser 80 centímetros, por lo que a los súbditos de Huémac les fue bastante difícil satisfacer a su tlatoani. Me refiero a esta leyenda debido a que en el libro del Chilam Balam de Chumayel, originario de Yucatán, las caderas de las mujeres, de medidas aún más anchas que aquéllas solicitadas por Huémac en el centro de México, se compararon con calabazas carnosas y dulces (Cucurbita pepo). Otra fuente etnohistórica revela que el personaje finalmente logra desposarse con Coacueye, una mujer cuyas espaldas tenían una brazada de ancho.

Pero, muy aparte de la añoranza erótica compartida por todo ser humano, los anhelos de mujeres y hombres mesoamericanos engranan dentro de una esfera de acción mucho más amplia. Es precisamente la unión sexual la metáfora que [y cito a Sylvia] “constantemente mantuvo, construyó y explicó el universo” mesoamericano en la antigüedad y en la modernidad. La función de este eslabón para nada fue, ni es, una tarea fácil o superflua, ya que el cuerpo humano constituye en estas culturas la metáfora más común de la tierra entendida como vértice del universo.

La tierra, o tlalticpac en nahuatl, representa en la religión mesoamericana la capa fértil y fecunda en donde se camina, se siembra y se vive. Generalmente, tlalticpac se representa por un animal sobrenatural llamado Tlaltecuhtli o “tierra de noble linaje”. En las historias religiosas, a este anfibio con cabeza de cocodrilo, se le concibe de sexo femenino y de edad lo suficientemente madura como para resultar preñada por dos de las deidades masculinas mejor conocidas del mundo mesoamericano, Quetzalcoatl y Tezcatlipoca (Historia de los mexicanos por sus pinturas). Basándose en el trabajo de Louise Burckhardt (1989, The Slippery Earth), Marcos reitera que la esencia de la tierra, tlalticpacyotl, se relaciona a toda cuestión humana de orden ético, incluyendo aquéllas que se refieren al sexo y la sensualidad. La tierra es el elemento central entre el cielo allá arriba y el inframundo allá abajo (Nuttall, 1900, López-Austin 1996); creencia que aún comparten gran parte de los pobladores del territorio que ahora llamamos México.

De entre las observaciones más agudas que Marcos introduce en este libro, y una a la que seguramente aludirán con frecuencia futuras investigaciones, consiste en asociar la corteza de la tierra con la piel humana. La piel, envoltura de los órganos internos del cuerpo no actúa, dice la autora, como el límite impermeable que separa a éste del ambiente exterior. Más bien, la piel conforma una capa porosa que hace llegar a los órganos interiores las fuerzas pertenecientes a la naturaleza. Esta película delgada y permeable absorbe las sustancias del exterior mientras despide las del interior, incluyendo sentimientos y deseos, desde los más nobles hasta los más perversos. Cuando el cuerpo enferma física o emocionalmente, se dice que la persona ha absorbido “aires”, fríos o calientes, generalmente como respuesta a las envidias causadas por el “mal de ojo”. También puede uno enfermarse de “susto”.

Una vez afectados por estas dolencias, en México, individuos de todas las clases sociales buscan también toda clase de “limpias” para restablecer su salud física, emocional y espiritual. A sabiendas o no, este tipo de conductas los hace partícipes de la medicina y los rituales antiguos; ello debido a que la curandería mezcla ritos, creencias y deidades de origen mesoamericano y europeo. Hoy día la mayoría de estos especialistas son mujeres. A algunas de ellas Sylvia las conoce personal y profesionalmente a través de sus estudios etnográficos de ya más de 32 años. Esta larga experiencia confiere a la autora la facultad para llevar a cabo estudios tan complejos como el que ahora nos presenta.

Su investigación, por lo tanto, se enfoca también en la fluidez existente entre un cosmos asociado con las actividades reproductivas de los seres humanos y las relaciones de género, mundo que se refleja en la composición de rezos y palabras antiguas usados por las curanderas modernas. Mezcla de prosa, poesía y canto, estas plegarias derivan de las recopiladas por Sahagún en el siglo XVI. Un ejemplo se encuentra en las fórmulas recitadas a los recién nacidos, niñas y niños, durante las ceremonias del bautizo indígena. Metafóricamente las palabras con las que se hilan estos sermones son comparadas con las cuentas de jade atesoradas por generaciones. Otro tipo de intercambio ritual se daba cuando padres y madres depositaban a sus hijos e hijas púberes en las escuelas y templos.

Dado que las palabras podían convertirse en algo “tan substancial como el hecho mismo”, como asevera Sylvia Marcos, los vocablos proferidos a través de rituales especiales gozaban de una gran capacidad creadora. Por ejemplo, el Popol Vuh, manuscrito pictográfico y jeroglífico de extracción maya-kiche’, traducido al español entre 1554 y 1558, afirma que fue a través de la palabra que las deidades ordenaron el universo y dieron forma a la tierra.

El examen minucioso de los cantos antiguos lleva a la Dra. Marcos a señalar también aquellos estudios académicos que perpetuaron los errores incluidos en las traducciones de los cronistas del siglo XVI. Por ejemplo, en algunos pasajes de la obra de Sahagún, el fraile altera el significado de las declaraciones ofrecidas por sus informantes nahuas cuando éstos se expresan llanamente sobre temas relacionados a su sexualidad. Este es el caso de la historia de amor y deseo de una princesa tolteca, hija del mismo Huémac que requería mujeres con caderas de 80 cm de ancho, quien ahora añora “el dulce elote” de un apuesto joven que conoció en el mercado (bueno, “de tal palo tal astilla”, diría yo). Así, en donde el texto en nahuatl dice que el joven del que se enamora la princesa tiene “su cosa colgando”, Sahagún traduce “su miembro genital” y borra el descriptivo adjetivo “colgando”. Además, en otros puntos clave del texto, Sahagún cambia el significado de algunas frases que en la historia expresan no únicamente un enamoramiento sentimental sino la gran pasión de la princesa. Por ello, las palabras en el original deben haber causado extrema irritación a la moral del fraile [y cito]: “ella estaba encendida…inquieta y…entraba en grandes calores debido a que se sentía privada del pajarito de Toueyo”. Como Marcos acertadamente observa, Sahagún [y cito] “describe una enfermedad y no los efectos corporales de un deseo sexual intenso”. Así, la enorme pasión de esta joven mujer, en manos de los frailes se convierte en la desleída frase “estaba enferma de amor” (Sahagún [1577], Libro 3: 210).

El problema es bastante más serio y complicado de lo que parece, dado que no fue sino hasta el siglo XX cuando la mayoría de los escritores dejaron de escandalizarse con las pasiones de la princesa, aunque ellos mismos hubieran seguido asumiendo posiciones erróneas en cuanto al papel de la mujer en la cultura nahua. Se creía, por ejemplo, que sólo los hombres habían actuado como repositorios de las “palabras de ancianos y sabios” o huehuetlatolli. Sin embargo, una minoría de especialistas reconoció en la misma información las palabras y cantos de las ancianas eruditas o ilamatlatolli. Ambos tipos de discurso imitaban aquéllos pronunciados por las deidades que relataban la historia acerca del principio del mundo y el origen de la sociedad humana.

Por ello sería sorprendente, según Sylvia, que sólo los indígenas varones sirvieran de informantes a los cronistas españoles, o que únicamente ellos hubieran pintado las viñetas en el manuscrito sahaguntino. En primer lugar tanto hombres como mujeres trabajaban en el oficio de tlacuiloque, palabra que designa a escribanos y pintores, tal como lo demuestra el manuscrito pictográfico denominado Códice Telleriano-Remensis, documento probablemente pintado en Tlaltelolco entre los años de 1562 y 1563. Otras evidencias claras se manifiestan en algunas viñetas contenidas en el Códice Florentino, las cuales ilustran rituales donde las mujeres participan activamente. Estas pinturas constituyeron una de las fuentes principales que usaron los escribanos para desarrollar partes de la información textual.

La relación entre pinturas y texto en una gran cantidad de documentos producidos durante la Colonia no es de extrañar, puesto que las historias originales de nuestros ancestros se escribieron pictográficamente y no alfabéticamente como lo dictaba la tradición europea. La participación de la mujer en la elaboración de estas pinturas se perdió por siglos cuando el plural de la lengua española, siempre en masculino, se usó para traducir la versión en nahuatl del códice sahaguntino y otros documentos del siglo XVI.

El libro de Sylvia Marcos estudia el papel de mujeres y hombres en la creación y sustento de la vida a través de sus cuerpos y sus palabras, las últimas reproducidas textual o pictográficamente. Finalmente la autora rescata las voces de las mujeres que, a través de los sesgos de género debidos a una sociedad etnocéntrica y androcéntrica como fue aquélla a la que pertenecieron la mayoría de los cronistas del siglo XVI, trataron de borrar el papel de la mujer indígena en la nueva sociedad colonial a través de la supresión y la represión, tanto mental como social y física. Junto a otros académicos en varios campos de la indagación histórica, al final de su investigación Sylvia Marcos solicita mayor atención y cuidado en el manejo de las fuentes etnohistóricas, en las metodologías usadas para su estudio y en la cuidadosa aplicación de una hermenéutica especializada en el examen de las tradiciones orales. Por lo tanto este libro debiera ser consultado por todas aquéllas personas interesadas en la manera en que el cosmos y la sociedad trabajan al unísono en Mesoamérica, a través tanto de esfuerzos femeninos y masculinos por igual. Escrito en una prosa elegante y fluida, el libro intercala cantos y rezos que los lectores encontrarán relajantes y curativos después de un intenso día de trabajo. No en balde Sylvia Marcos es ella misma una curandera moderna que ejerce profesionalmente tratando el comportamiento humano mediante la psicología.

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