La actriz, directora, dramaturga y ensayista Marie Lourties nos hace un regalo. Desde París nos ha mandado una reseña de uno de los libros que compró en nuestra librería en su último viaje a Quito. La compartimos con nuestros lectores y agradecemos a la autora por su interés.
“Warmipangui es una categoría kichwa canelos compleja en su interpretación, que se utiliza para identificar a runakuna (personas) que nacen con cuerpos machos, que al ir creciendo descubren y desarrollan pensamientos, deseos sexuales, actividades y comportamientos de hembras en ciertos espacios. Construyen su cuerpo, sexualidad e identidad transitando la frontera entre el género masculino y el femenino, lo que se vive despierto y en el mundo onírico. Este tránsito otorga una flexibilidad para que el warmipangui pueda circular por los espacios que son usualmente definidos para cada género y también por los espacios del mundo espiritual y el cosmos. Warmipangui puede construir redes de relaciones familiares de acuerdo con su interés personal y afectivo. Es quien, la mayoría de las veces, se queda al cuidado de sus padres cuando estos son mayores. Puede construir su propia familia eligiendo como compañera de vida a una mujer heterosexual y procrear. Puede ocupar espacios políticos y sociales importantes dentro de la comunidad. Lo que importa, y por lo que será juzgado, es por sus acciones como persona, como pariente, como padre, como líder y en algunos casos por los logros conseguidos como intermediador entre la comunidad y el mundo de afuera.
En ciertos casos, las personas incluidas warmipanguiguna mantienen relaciones oníricas de afectividad y matrimonio con supayguna. Este es un concepto kichwa muy complejo que incluye a los diferentes seres poderosos del cosmos que habitan en sus mundos del agua, del suelo y de los bosques, como sacharuna (seres de la selva), yakuruna (seres del agua) y amazanga (madre o amo de los animales). Los indígenas kichwa canelos entienden que la sexualidad es diversa. Para ellos, las relaciones que mantienen con supayguna no sólo se dan para recibir conocimientos, obtener poderes espirituales y acceder ritualmente a los recursos del bosque y de los ríos. También en ellas se experimenta placer y se construyen lazos de parentesco.
(…) El vocablo warmipangui está conformado por un sustantivo y un lexema sufijoide que forma una palabra compuesta. Mi propuesta en este libro es que se puede entender la palabra warmipangui como el ser que se construye en el tránsito entre la subjetividad de los dos géneros; alguien que siente, experimenta y se asume como tal”.
Asi dice Enoc Merino Santi. Los subrayados son míos.
En 1990, aparece “Gender Trouble” de Judith Butler. Y con el, el concepto de “género”, construcción performativa en oposición al “sexo”, dato natural, pegó el salto cualitativo de la gramática a la filosofía. La célebre frase de Simone de Beauvoir, “la mujer no nace, se hace” deviene entonces en “se nace con un sexo, el género se hace”. 30 años han pasado y la palabra es hoy en día comúnmente utilizada.
Ahora bien: el género como construcción performativa en oposición al sexo como atributo natural retoma, reafirma la separación entre natura y cultura, eje fundamental de la cosmovisión blanco-occidental desde el Renacimiento. Que, dicho sea de paso, apuntala, justifica las diversas conquistas, reconquistas, descubrimientos y demás misiones civilizadoras de la modernidad. Con lo cual, con toda fluidez (naturalidad tal vez) y sí, o no, con toda inocencia, el “género” se cuela, se desliza en el imperativo categórico de la identidad, hasta ahora propia del “sexo”. Al igual que el sexo, el género sigue siendo forzosamente determinado, categorizado, reconocible: es “uno”, y sólo uno: se es o hombre o mujer. Y el, o la, trans tampoco escapa de la representación binaria; ver su lucha por ser reconocidas, aceptadas, conceptualizados como “mujer” o “hombre”, obtener una modificación de inscripción en el Registro Civil, un carné de identidad, el acceso en espacios a baños, vestuarios acordes con su género, etc. Es el precio que se debe pagar a la sociedad para ser reconocible, aceptable, reconocido y aceptada por ella. Preciso que esta redacción ni es errática ni se debe a un error de mecanografía, tampoco a cierto desconocimiento de las reglas gramaticales, sino a la dificultad que plantean tales reglas para decir en nuestro idioma lo … indecible. Como escribe Sor Juana Inés de la Cruz, “de manera que aquellas cosas que no se pueden decir, es menester decir siquiera que no se pueden decir, para que se entienda que el callar no es no haber que decir, sino no caber en las voces lo mucho que hay que decir”.
Enoc Merino Santi (Iru Aya) propone en lugar de “uno u otro” un “entre”, en lugar de una definición, con todo lo que el término contiene de fin, en el doble sentido de la palabra, final y meta, un género flotante, un transitar. Lo cito nuevamente:
“Warmipangui se construye a través de las relaciones familiares y sociales. Es reconocido como un ser que habita una identidad de tránsito _ni mujer, ni hombre_ como un cuerpo que vive en la frontera entre los dos géneros. Transita por los diferentes géneros y espacios (…) warmipangui se construye por medio del comportamiento social adoptado de acuerdo con los diferentes espacios, femeninos y masculinos, en los cuales se desenvuelve, permitiéndole obtener el reconocimiento sociopolítico dentro de la comunidad. Por ello, warmipangui no ve necesario transformar su cuerpo con una apariencia más femenina o asumir un rol definido de género (trans) para ser reconocido como warmipangui. Transita por el intermedio al habitar entornos, tanto femeninos como masculinos, no tomando parte en la lucha entre géneros, pues su posición es móvil. Esta apertura al tránsito entre los géneros y la apertura a diferentes espacios también se le da en lo relacionado con la sexualidad”.
El texto de Enoc Merino Santi (Iru Aya) recurre a numerosos vocables kichwa, que más que traducirse se explican ya que son conceptos desconocidos por el castellano, así largas citas en ese mismo idioma. Que se agradecen. Me resultó refrescante a la vez que estimulante toparme con la densidad concreta de la biodiversidad humana. Somos entre las especies que pueblan esta tierra la que tal vez ofrece la mayor diversidad, todos iguales pero nomás diferentes. Multiplicidad de las maneras como las sociedades humanas han ido _ y siguen _ resolviendo cómo comer y cómo amar, cómo vestirse, adornarse, presentarse, cómo filosofar, pensar y comunicar ... en una palabra cómo vivir. Diversidad manifiesta, manifestada en particular en la multitud de lenguas que habitan este planeta con su amplitud fonética, sintáctica, gramatical.
Por lo que veo en esas largas citas en kichwa, me resultan claras algunas cosas. El castellano fuerza sistemáticamente la necesidad de enmarcar en un género, masculino o femenino, todo. Como que al habla se le encomienda la repetición machacona de un orden. Pero el kichwa no. Hablar en kichwa es vivir en un mundo no necesariamente masculino o femenino, este “o” siendo dramáticamente excluyente. Digo dramáticamente en el sentido performativo de la palabra. Es más, el castellano pretende que para hablar en plural de lo que fuera, el masculino siempre se impone, sobreentiéndose que incluye al femenino, haciéndolo desaparecer. No es el caso del kichwa. Warmipanguiguna, runaguna, supayguna, yukaguna, sachaguna …el sufijo guna indica el plural sin necesidad de definición genérica. Es realmente inclusivo. Sin necesidad de forzar el idioma. ¿Diremos que “naturalmente” ? Flexibilidad idiomática que abre la posibilidad de pensar un mundo que escape de la definición binaria, constante y obligatoria de género, un mundo abierto a la multiplicidad, un mundo abierto a la extensión del campo de los posibles y su exploración. Y si pienso en el presidente de USA que pretende imponer al mundo entero su idioma a la vez que se le ha ocurrido que se debería inscribir en la Constitución de su país al que encomienda la misión de dominar el planeta _ y, porque no, ya puesto, el universo _, el que sólo existen dos categorías humanas, la de macho y la de hembra, pues.... me entran una inconmensurable tristeza, un monumental aburrimiento y un ardiente deseo de no vivir bajo su tutela. A la vez que me devuelve la alegría pensar que si necesita ese individuo grabar en el mármol constitucional sus ocurrencias, es que sabe y siente la infinita debilidad de su postura. Endeble, deleznable, es lo que es.
Sí, un texto refrescante y estimulante. Enoc Merino Santi (Iru Aya) no va por el mundo cargado de razón, no pelea ni reivindica. Cuenta, cuenta con toda la pasión y dulzura de quien busca entender, conocer y comunicar su mundo, su lugar en el mundo.
Warmi pangui es muy buena la categoría kichwa.